El diletante – Tengo ganas de risas raquel

Tengo ganas de risas raquel

Elvio Gandolfo

Leonardo Berneri

Elvio E. Gandolfo es considerado como uno de los más grandes narradores argentinos en actividad (¿deberíamos decir, mejor, rioplatenses?). Aunque desde hace tiempo existe este consenso acerca de su obra, no siempre la atención de la crítica cultural ni de la académica se ajustó a él, lo cual generó una deuda que recién ha comenzado a ser saldada en los últimos años. La publicación en 2016 de Vivir en la salina, que compila lo que hasta entonces eran sus cuentos completos, puede tomarse como el inicio de este período consagratorio o de reconocimiento (el libro que justifica esta reseña sería el segundo). Gandolfo es, también, uno de esos reseñistas incansables ─al igual que su amiga, la rosarina Beatriz Vignoli─ que leen como máquinas agudas y sutiles y que acaban por convertirse en guías para los desprevenidos lectores dentro la enmarañada selva de lo contemporáneo.

Su carrera literaria, sin embargo, no comienza como narrador ni como reseñista (aunque fueron también facetas tempranas de su trabajo) sino como poeta. En ediciones colectivas impresas en la imprenta La Familia, dirigida por él y por su padre, Francisco Gandolfo, donde antologaban a distintos poetas cercanos a ellos, aparecieron sus primeros poemas, que hasta ahora no habían vuelto a ser editados. De la mano de Eduner (la editorial de la Universidad de Entre Ríos) llega hoy Tengo ganas de risas raquel (2022), la obra poética completa del escritor.

Tengo ganas de risas raquel compila los poemas de Gandolfo escritos entre 1968 y 2021. Además de aquellas ediciones colectivas publicadas en los sesenta y setenta, incluye El año de Stevenson: primer trimestre (Iván Rosado, 2014) y el inédito El año de Stevenson: segundo trimestre (2021), más un prólogo de Roberto Appratto y ─verdadera joya inesperada que cierra el volumen─ una nota autobiográfica titulada “Como un aristócrata” en la que el escritor que se mueve desde hace décadas en ese triángulo que trazan las ciudades de Rosario, Montevideo y Buenos Aires repasa su vida familiar y sus desplazamientos geográficos. Los lugares (tal es el nombre de uno de sus libros recientes) tienen una importancia capital en toda su obra, como se puede ver en el poema “Las zonas particulares”, perteneciente a La huella de los pájaros (1978):

Cada cual
aunque odie en parte
a la ciudad
o la vea
como un
plato hondo
de sopa
chata dilatada calurosa
elige una zona que ama.

El lugar donde besó
las pocas cuadras donde
no sabe por qué
entra como
en una novela
o en un cuento.

Pienso en la mía:
San Martín desde San Lorenzo
al río.
Simplemente el paso
por esa calle
el bienestar.
Como si leyera o actuar
al mismo tiempo
en una novela
o en un cuento
donde al personaje principal
le hace bien
caminar
simplemente
por una o dos
cuadras de su ciudad.

El orden aparentemente cronológico en que se encuentra organizado el libro se desbarata cuando entramos en la lectura del “Segundo trimestre”, ya que allí Gandolfo introduce, dispersos pero insistentes, poemas escritos en un período en el que se creía que se había alejado definitivamente de la poesía: los años que abarcan desde los ochenta a la publicación del “Primer trimestre”, en 2014. La inclusión de estos poemas fechados principalmente en los años ochenta, noventa y dos mil, y de otros, todavía anteriores pero nunca dados a la luz, desquicia el ordenamiento temporal a la vez que acaba de desdibujar la oposición entre lo viejo y lo nuevo en la que se podía llegar a pensar el volumen. Oposición que, en realidad, solo superficialmente se podía sostener ya que aquellos primeros poemas aparecidos entre finales de los sesenta y los setenta eran solo accesibles para coleccionistas y entusiastas investigadores y porque ─no está de más recordarlo─ la sola aparición de un texto en el marco de una obra completa supone siempre una posibilidad de lectura inédita y pone de manifiesto una verdad que cualquier lector sabe por haberla experimentado: que toda lectura es, cada vez, nueva. Tal como lo demuestra el prólogo de Appratto, titulado “Elvio”, que traza continuidades y series hasta ahora no visitadas por la crítica en poemas que se distancian en su escritura por más de medio siglo, pero en los que se reconocen rasgos ineludibles: cierta coloquialidad, cierto sentido del humor no exento, a veces, de nostalgia, cierta experimentación y un sentido del ritmo preciso marcado por el corte de los versos.

Algo más se rompe con la inclusión en la segunda parte de la saga comenzada en el 2014 de estos poemas inéditos pero escritos a finales del siglo pasado: la hipótesis de que el proyecto de El año de Stevenson consistía en escribir un diario íntimo en verso. Los poemas de aquella primera entrega (un poema por cada día de cada mes del primer trimestre de un año) abordaban todos los tópicos, preocupaciones y recurrencias que suelen poblar los diarios: anotaciones circunstanciales, recuerdos intempestivos o apreciaciones triviales sin predicado, como el poema “Vestíbulo”:

Esas señoras de cierta edad
que relativamente abandonadas
por hijos, nueras y hasta
amigas de toda la vida,
buscan en la extensión eterna
de las mañanas o los atardeceres
los oídos también ociosos
de los porteros para departir largamente
sobre la seguridad incierta
de los edificios horizontales.

El género diario, sobre todo cuando se trata de un diario de escritor, admite el eclecticismo y el capricho y pueden caber en él asomos de ficción (la serie de poemas sobre la guerra contra las palomas) e, incluso, ensayos, como aquellos poemas dedicados a directores de cine. El anclaje en lo cotidiano, sin embargo, nunca llega a perderse de vista.

La inclusión en el “Segundo semestre” de poemas escritos en otras épocas hace que sea preciso abandonar la idea de diario por una todavía más lábil e indeterminada: la de cuaderno o collage. El “Segundo semestre” supone además la intensificación de otro tópico, el del amor:

en aquellos días
sin tiempo
que pasé
lejos de ti
imaginé una historia
en que perdía
tu cuerpo desnudo
en un planeta de espuma

Se trata del poema “Onírica”, de 1979, pero el tópico se repite a lo largo de todo el libro.

Aunque “Segundo semestre” mantiene la estructura de un poema correspondiente a cada día del calendario, ya no es la ocurrencia de lo cotidiano lo que marca el ritmo y el sentido de la escritura, sino que se ha alcanzado todavía un grado más de libertad: un verdadero cuaderno en el cual el escritor puede escribir, pero también pegar recortes, como en un álbum, y desarmar las temporalidades. Vamos y venimos en el calendario y descubrimos novedad dentro de la novedad y pasado dentro del pasado: viejos poemas nuevos en un nuevo libro incluido dentro de otro que pertenece a un género que, por definición, es museológico: el de las obras completas. Fascinados y entusiasmados con una obra que nunca cesó ─que nunca cesa─ de escribirse, reímos renovados por su lectura.

25 de mayo, 2022

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Tengo ganas de risas raquel
Elvio Gandolfo
Eduner, 2022
496 págs.

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