Cacería de niños
Taeko Kōno
Miguel Sardegna
Cacería de niños, el primer libro de cuentos de Taeko Kōno traducido al castellano, viene precedido de los elogios del Nobel Kenzaburō Ōe y de Shūsaku Endō. El listado de premios que ha recibido la autora despierta admiración, no es posible enumerarlos todos. Los más importantes de Japón están todos, incluyendo el premio Akutagawa.
Se trata de nueve historias, protagonizadas por mujeres. Pero no cualquier mujer le interesa a Taeko Kōno: página a página se revelan los gustos y costumbres de mujeres que no cumplen con las expectativas que la sociedad les impone. Los cuentos fueron escritos alrededor 1960, cuando Japón todavía atravesaba los efectos de la posguerra. Esto es apenas una circunstancia anecdótica, que tiene más que ver con los almanaques que con el arte. La literatura de Taeko Kōno incomoda hoy tanto como ayer. Mientras la sociedad japonesa ubica a la mujer dentro del matrimonio y la maternidad, Taeko Kōno le depara otros riesgos a sus heroínas.
Las mujeres de este libro disfrutan del sexo sadomasoquista y se atreven a la experiencia swinger, no conocen el instinto maternal, necesitan tomarse vacaciones de su pareja en aguas termales, no conciben el matrimonio como algo apacible, sino como un territorio de pelea e incomodidad. La protagonista del cuento “Cacería de niños”, que abre la antología, odia a las niñas y, si bien podría incomodar la naturaleza demasiado explicita con la que justifica ese odio, aterra mucho más la fascinación que siente por los varoncitos y los trucos que usa para acercarse a ellos. A un niño le compra una camisa cara, con el objetivo de mirar su torso desnudo, retorciéndose, mientras intenta ponérsela.
La galería de placeres de Taeko Kōno recuerda a Tanizaki. Se reconoce un patrón en las historias, que conecta dolor y placer. En el cuento citado, Akiko le ruega a su pareja que la golpee con ganchos de metal. En las noches en que él se muestra más diestro, los gritos de ella ahogan el ruido de la paliza. En el cuento “Una colonia de hormigas”, Fumiko trabaja en un despacho de abogados norteamericanos. Nunca hace horas extras, siempre vuelve de la oficina a las cinco de la tarde. Tiene los sábados y domingos libres. Cada vez que Matsuda comienza a acariciarla para hacer el amor, el cuerpo de Fumiko siente un anhelo de dolor físico. De a poco, cada vez con más fuerza, él emplea distintos objetos para infligirle dolor. En “Cangrejos”, Yuko no se siente satisfecha con el sexo convencional, sigue recurriendo a métodos violentos, aunque su tuberculosis empeora.
Dijimos que los cuentos fueron escritos en tiempos de posguerra. Recién en los noventa llegó la primera traducción al inglés, hace poco se reeditaron. Esa traducción tomó La bestia equilátera, no recurrió al original japonés.
La antología parecería no tener ninguna de las sutilezas que acostumbra la literatura japonesa más clásica. La edición de La bestia equilátera se hace eco de esa aparente crudeza y la lleva a la imagen de portada, con unos niños de picnic, disfrutando la tarde, mientras la mira de un arma de fuego le apunta a uno de ellos. La tapa es fuerte, como es fuerte el cuento que le da título al libro, pero nada es tan sencillo cuando se trata de Japón. Taeko Kōno explora facetas oscuras, pero también es capaz de descripciones estacionales en la mejor tradición japonesa, aunque necesite ensuciarlas de barro.
Un ejemplo, del cuento “Nieve”: “Comenzaba a caer la noche. El mundo gris se volvía cada vez más oscuro y se agolpaba a su alrededor. La nieve giraba en copos de polvo, en ráfagas que el viento volvía a levantar por el aire antes de que tocara el suelo. Algunos copos se estrellaban contra las ventanillas, como si estuvieron dispuestos a renunciar a la loca alegría del descenso para moverse hacia adelante junto con el vehículo”.
La escena ilustra un viaje, como el viaje oscuro que el libro nos propone como lectores. Pero hay algo más en esta escena bucólica en que una mujer persigue la nieve.
En el cuento, a una niña se le ocurrió decir una vez “¡Cuánta nieve! ¡Qué linda es! ¡Qué bonita, qué bonita es la nieve!”, y recibió una golpiza feroz de su madre. El castigo, que jamás comprendió, le inculcó la idea de que no debía acercarse a la nieve. Nunca más se atrevió siquiera a mencionar la palabra “nieve”. Pasaron los años, ella creció, su madre acaba de fallecer. Intenta ahora formar una nueva familia. ¿Qué mejor modo que viajando hacia aquella belleza que tanto la aterra?
9 de marzo, 2022
Cacería de niños
Taeko Kōno
Traducción de Hugo Salas
La bestia equilátera, 2021
288 págs.
Compartílo:
Trabajos relacionados:
Es probable que, como cantara Robert Plant en la década de los setenta, todo lo que es pequeño esté destinado a crecer, y todo lo joven, a madura…
Además de los poemarios “Nala” (Las injurias, 2014) y “Arena” (Ludwing, 2015), Agustina Pérez fue artífice junto a Néstor Colón de “Osv…
Entrevista a Javier Nuñez…
La pregunta por la muerte, posiblemente una de las inquietudes más antiguas en la historia del pensamiento, las artes y la teología, ha sabido abord…
2018. El diletante, Reseñas y ensayos literarios