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Manantial

Akwaeke Emezi


Rosana Guardalá


“Para aquellos/ con un pie/ del otro lado” es la dedicatoria que abre el libro. Palabras que nos alertan y agrupan. ¿Quiénes son/somos lxs que tienen un pie del otro lado? Emezi Akwaeke, narradora nigeriana, inaugura Manantial, su primera novela, anunciándonos que cualquier mortal podría tener un pie del otro lado. No obstante, esta dedicatoria también es una suerte de entimema en el que solo algunxs asumimos lxs voces, seres, sujetxs que nos habitan.

¿Qué entidad tienen quienes viven en nosotrxs? ¿Son reales o son productos de estados psíquicos particulares? A lo largo de la novela, pese al horror, el desconcierto, la violencia, los sacrificios, los desprecios y los dolores, comprobamos que ningunx de nosotrxs está solx jamás. Tal vez podemos hacer de cuenta que esas voces, esas “hermanashermanos” ─nombre que le da la narradora─ no existen o que la sala de mármol en la que viven es un sitio cercado del que no escucharemos ecos. Sin embargo, si algo muestra con maestría esta novela es que nadie escapa a la convivencia con la oscuridad y el deseo que nos habita.

Ada es la protagonista habitada, hija de Sacchi y Saúl. Invocada, pedida, deseada. Ada, nombre que significa “hija de la pitón”, surge del agua que conduce al manantial que sale de una pitón. Ada no será una niña simple y adecuada para la realidad distraída de las sutilezas, nunca.

Por eso esta novela no recurre a los ya conocidos modos de afrontar las oscuridades que nos habitan. Por ejemplo, a diferencia del Dr. Jekyll, la protagonista de Manantial no experimenta con su cuerpo para saber cómo son los fantasmas que la habitan. No tiene poder sobre él ni sobre su vida. Todas sus formas de existencia son una nave que aloja a lxs espíritus que, en tanto divinidades, la encarnan decidiendo y actuando por ella. Solo en algunos momentos, estos seres le habilitan el deseo que le despierta Ewan o la bondad con la que la protagonista mira y concibe el mundo. El resto del tiempo o de la vida narrada, Ada, mujer habitada, solo sigue el curso de los días según los dictámenes o caprichos de Asughura, Saint Vicent y otras “hermanashermanos” que nacen en ella. Sin embargo, esta relación no siempre es asimétrica y jerárquica, sino que Ada está involucrada no solo porque sabe de sus existencias sino porque las creó, las nombró y les dio lugar en su cuerpo.

Las “hermanashermanos” también dan cuenta de su existencia, en su infinitud: “Éramos ancianas y recién nacidas a la vez. Éramos otra cosa. No estábamos conscientes pero estábamos vivas. De hecho, el problema era que seguíamos considerándonos nosotras en vez de simple y concretamente ella”. Ada es habitada, tomada. El cuerpo es la casa en la que desembarcan, pero ellas son las que llevan el timón de los días: “Aún no sabía que vivíamos en ella. Éramos como niñas, avanzábamos a las patadas por sus sueños, atacábamos su mente ingenua, la retorcíamos y la empujábamos. Las compuertas estaban abiertas y ella era el puente. No podíamos controlar. Ada nos sorprendió, comenzó a ingresar en nuestro mundo”. Ada es la casa que toman las “hermanashermanos”. Ada es su territorio y su hogar que cuidan y defienden. Porque, paradójicamente, la hostigan y la protegen. Porque saben que tanto el olvido como el amor, pueden ser formas de proteger el cuerpo que encarnan pese a que los “pensamientos de Ada eran como mareas traslúcidas que enturbiaban la sala de mármol”, donde viven los espíritus.

Lejos de presentarse como una ficción en la que cual se exorcizan las voces y las encarnaciones que dan cuenta de un sujeto escindido, Manantial representa la posibilidad de aceptación de una convivencia ─no por ello armoniosa─ con todo aquello que somos y que callamos socialmente. Por ello, en la escritura sumamente poética de Akwaeke, parece hallarse el eco, la pregunta de la escritora uruguaya, Armonía Somers, despliega en La mujer desnuda: “Quisiera yo saber cómo son las mujeres intactas que en mí habitan”. Ambas comparten una certeza, lo que habita puede ser más real que lo que perciben los sentidos. ¿Qué es más real: la mirada ajena que define o la percepción propia de la experiencia? En el capítulo nueve, Ada toma la palabra ─hecho que sucede pocas veces a lo largo de la novela─ y narra:

“Mi boca no tiene fuerzas para contar esta historia. Estoy exhausta la mayor parte del tiempo. Además, cualquier cosa que ellas digan será la versión más sincera, porque ellas son la versión más sincera de mí misma. Es raro que diga algo así, lo sé, sobre todo considerando que me volvieron loca. Pero no estoy del todo en contra de la locura no cuando trae aparejada toda la lucidez”.

La narradora no oculta las preguntas, la convivencia, las tensiones y sus propias dudas con respecto a lo real. Una tragedia individual que se vuelve tangible y colectiva en la cercanía de la experiencia narrada. Este relato narra con lucidez los malestares e interrogantes que ha atravesado la escritora. Ello se deja vislumbrar en las palabras de Ada:

“Cuando ellas criticaban tanto a los humanos, nunca estoy segura: ¿me incluyen a mí? A veces pienso si existiría sin ellas. Hablan de Ewan, el hombre con el que me casé como si no fuera nada. Pero lo amé y eso para mí lo hacía más humano. El amor puede ser así de transformador”.

Ahora bien, ¿en qué momento del día se lee una novela que nos cuenta sobre los demonios, sobre los otrxs que cargamos en nuestro cuerpo, que nos pueblan como parásitos? ¿Es que acaso hay un momento cierto o posible en el que podamos asumir con valentía ─sin temor a enloquecer─ que no somos solo unx? Pese a delimitarnos en un nombre, en una familia, en un cuerpo, en una sexualidad. Akwaeke nos relata, sin extrañeza y con precisión poética y quirúrgica, que nunca estamos solxs en este cuerpo que nos fue dado: “Todo es, en definitiva, una letanía de locuras. Sus colores, los sonidos que emiten en la noche oscura, su trinar se posa sobre los hombros del alba. (...) esos delirios que llevan dentro, aquellos que nacieron con ustedes, los que llevan en lo más profundo, alojados en el hígado como bilis”.

Parece no quedarnos otra salida que aceptar: somos habitadxs por un nosotrxs, siempre contradictorio y feroz.

10 de noviembre, 2021

Manantial. Tullio. Chai.jpg Manantial
Akwaeke Emezi
Traducción de Damián Tullio
Chai, 2021
224 págs.


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