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Semillas de agua

Hugo Alazraqui


Fabián O. Iriarte


Un poema de Semillas de agua, valida, en un tono asertivo (sin énfasis, pero decididamente), el esfuerzo por entender: “siempre tiene sentido / pensar el enigma del mundo”. Esta es la tentativa principal del libro de Hugo Alazraqui; está presente en todos los poemas y podría ser considerado su hilo conductor.

Lo primero que leemos es una serie de versos pareados que listan cosas a las que se les han impuesto límites, para de inmediato cuestionar esas divisiones: “la forma de cada objeto muestra apenas / fronteras que se disuelven”. De manera similar, el espejo (motivo recurrente) no siempre representa la réplica exacta, el contorno definido: puede abrirse, romperse, multiplicarse en círculos concéntricos, crear “oleaje de imágenes”, pero también dar lugar a lo antitético: el sí y el no, lo positivo y lo negativo, la sombra y la transparencia. O el tiempo: no es ese elemento que imaginamos lineal, sino que “tiene / cadencias diferentes” y se adapta, flexible, a nosotros/as: “muestra / sutil / nuestro ritmo”. Pensar el enigma del mundo es descubrir (o revelar, según la experiencia de cada persona) que no siempre es clasificable, estable, o fijo aquello que creíamos serlo.

El autor de Semillas de agua escribe en dos idiomas: portugués y español. Su primer libro, En el temor del sentido (2020), fue bilingüe. Ese modo de participar en el mundo continúa aquí, pero lo que era dualidad lingüística se ha vuelto dualidad temática. O hay un objeto (o un instrumento, una sensación, una experiencia) que puede contemplarse o usarse desde dos perspectivas distintas, o dos objetos (o instrumentos, sensaciones, experiencias) se enfrentan, en oposición violenta o en complementariedad. Como las “dos brújulas” ─una señala el norte, es “modesta y pequeña /pero perfecta”; la otra señala el sur, es “grande, delirante / llena de defectos”─ que el hablante lleva en cada una de sus manos “para despistar el destino”.

En algunas ocasiones, a estas dualidades se les añade un tercer término; por ejemplo, en relación con el cuerpo: “mi cuerpo / en tres puntos se sostiene // tres cicatrices / de otros tantos golpes y errores”; o en relación con la percepción: “no viajo en el tiempo / habito un lugar con vistas / a todos los momentos // tiene tres ventanales / por uno recuerdo / a través del otro sueño / y en el tercero simplemente veo”. En una seguidilla de tres poemas, vemos al poeta remar, surfear y nadar: tres metáforas acerca del estar en el mundo, de mirar, de perderse y orientarse, de fijarse metas: “veo / el revés / del espejo // viajo / entre / reflejos”; “el horizonte / aparece / y desaparece”; “en el medio del río hay dos orillas: / partida y llegada // procuro un punto en cada margen / para nadar sobre una recta”.

La brevedad (en forma y estilo) es una característica notable en las cuatro secciones del libro. También en esta estructura parece regir la dualidad; en el primer doble conjunto, “Fuerzas” y “Nudos”, la unidad está dada por cierta energía nerviosa común; en el segundo doble conjunto, “Voces” y “Lluvias”, por la atención al sonido como generador de la reflexión. Formalmente, los poemas se organizan en estrofas de dos o tres versos, pareados o tercetos que establecen un ritmo sólo de vez en cuando interrumpido por una variación: versos más extensos o solitarios, alguna rima.

El estilo es aforístico, con afirmaciones que semejan leyes indiscutibles, como si la voz o las voces que nos hablan destilaran una sabiduría derivada de la experiencia vital: “los sueños / nos revelan el tiempo”; “la lengua / cuando falla / habla”; “hay tiempos / más sutiles / que antes / y después”.

Hacia el final, asoman algunos textos que perfilan, muy levemente, una “biografía”: “llevo en mí marcas de las cosas que viví”, se nos revela, o: “me criaron mis abuelos / que murieron siendo jóvenes”; pero estas confidencias son más bien puntos de partida para conclusiones más generales que comienzos de confesiones de una existencia particular: “y esta historia demuestra / que el absurdo es necesario”.

En este tipo de libro (de poesía gnómica, sucinta, reflexiva) es inevitable encontrar varios textos que pueden interpretarse como un “arte poética” diseminada en sus páginas. La aparición y el vuelo de una mariposa sirven para explicar la intención de la escritura: “intento // recobrar / su vuelo / en el papel”. La escritura es definida como un “espacio / que podemos ocupar”, con signos y rastros, “entre mundo / y pensamiento”. El poeta también enumera y examina las palabras, en sus clasificaciones semántica y sintáctica, pero siempre teniendo en cuenta otros factores imponderables: “palabras que se unen al azar”, por ejemplo, o la palabra que yerra, igual que un dardo que falla en dar en el blanco.

El hablante se queda mirando escenas, largamente. Las describe y, si tiene suerte o es persistente, extrae un “saber” de ellas. La visión se presenta en sí misma como un aprendizaje. Si el ojo es la “abertura / por donde el tiempo / se escurre”, entonces “la imagen / tiene la forma redonda del ojo”. La atención visual no implica, naturalmente, que se llegue a una comprensión cabal; se trata más bien de establecer un lazo, una conexión: “el misterio / es la forma de lo que une / la vista / con las cosas del mundo”.

Oímos al hablante exclamar: “qué extraño caso el de la forma guardada / en el archipiélago de signos”. Otro foco de sus preocupaciones: los signos. Los ve circular, fluir, ser los mismos y cambiar, como el río de Heráclito: “un río de signos corre ciego / solo a veces / es remanso // rayo y perfume / cortado y continuo / avanza”. La vida es este río semántico, que avanza y avanza y avanza, y raramente permite un descanso. El poeta nos advierte cómo el azar teje el tiempo (sus unidades de “ahora”, “antes” y “después”) con los hilos de dos signos, “nunca” y “siempre”.

¿Es este un libro optimista? Quizás. Con cautela. “La felicidad / está casi / casi”, nos dice el poeta, como guiñando un ojo, cómplice y guía. Intuye, o sabe, que la experiencia “viaja en las ideas” y finalmente “saca / semillas / de agua”. Esa simiente, arrojada al mar, una y otra vez, reproduce tercamente “las mismas islas”: esas formaciones, esos archipiélagos de signos semejantes, pero paradójicamente diferentes. Los poemas de este libro son esas semillas.

23 de marzo, 2022

Semillas de agua. poesia.jpg Semillas de agua
Hugo Alazraqui
Paradiso, 2021
144 págs.


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